El lunes un chico de contabilidad dijo que se sentía mal y pidió permiso para irse temprano a casa...lo vi pasar con un chaleco y portafolios negro hacia la puerta, creo que dijo adiós, yo levanté la vista y le balbucee algo parecido a -nos vemos-. Lo oí despedirse de las muchachas de tesorería y se me perdió de vista y de oído.
Al día siguiente todos supimos que tenía salmonela o algo parecido, algunos hicimos chistes y plática al respecto. Pero todos concluíamos el tema con -pobre, seguro se siente supermal.-
No lo vi mas...faltó toda la semana.
El sábado recibí una llamada de mi jefa, su voz se oía rara; noté que construyó su frase con esfuerzos -se murió-. Yo estaba saliendo del banco, bajando las escaleras, sentí como si me cayera de sentón, pero seguía ahí parada. Sentí frío y una especie de entumecimiento. La plática no daba para más, mi jefa y yo colgamos antes de que las voces se tornaran por completo inaudibles.
No lo podía creer. Caminé un poco y sentía que tenía un bloque en cada pierna, casi me atropella un camión por no prestar atención. El sol ya no parecía tan brillante como diez minutos antes. Esa llamada fue la primera de muchas entre los compañeros de trabajo, yo tuve que dar la noticia a un par y no fue fácil, no sabía ni cómo decirlo, me aguantaba decir -era un niño-.
No pude ir al velorio ni al entierro, simplemente no soporté ni la idea de verlo en un cajón, ni pensar en una familia devastada ¿qué se le dice a un padre que ha perdido un hijo? se supone que los padres se van primero que los hijos y de alguna manera la vida nos prepara para aceptarlo así. No pude.
Hoy en la oficina hay algo de silencio, algunas caras largas. Tuve que llevar una factura y no resistí mirar su lugar vacío, ahí está su computadora encendida. El flicker me hinoptiza. Me entra una conciencia sobre lo finito, hoy todo parece efímero. Todos.
Leucemia.
Flicker.
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