18.6.07

Silent Train

Marina aún no sabía el motivo real por el que le buscaba, pero aún así marcaba su número. Era rabia, quizá preocupación ante su silencio… ¿y si le había atropellado el tren? Ella tuvo un novio al que lo atropelló el tren. Si esa no era la razón, tal vez era sólo que a él no le importaban sus llamadas.

No fue fácil decidir buscarle, requirió de los huevos que Dios no le quiso dar y de dominar los nervios de no encontrarle y de encontrarle también. Si lo veía ¿le daría una bofetada? ¿le diría todo lo que se guardó? se imaginaba que al no ver en su cara el rastro sanguinoliento de un tren , se daría la vuelta para irse tranquila a dormir. Nada de eso sucedió.

Tocó la puerta con los nudillos sabiendo que en donde él se encontraba podría no escucharle, después usó la llave…no usó la palma abierta de la mano porque no sentía rabia. Pudo sentirlo mirarla desde la ventana y le invadió la impotencia; pronunció su nombre y le pidió que abriera; no quería decir su nombre, pensaba que era una súplica absurda, tampoco quiso mirar hacia la ventan porque temía descubrirlo en la oscuridad. No importaba, la respuesta fue un silencio pesado y horrendo, humillante. Perdió la noción del tiempo que estuvo frente a esa puerta pintada de blanco, olvidó a lo que iba y sintió que le odiaba más que el domingo.

El tiempo se hizo oscuro y pegajoso, apretó las llaves del coche y se dio la vuelta para marcharse; sentía que había dejado de ser Marina, ella no se hubiera dejado seducir por la pasión del coraje y el miedo e ido a buscar a ningún hombre…como ese. ¿Le amaría?.

Quería llorar y también que alguien le sacudiera para despertarle de aquello que parecía una pesadilla; no se supone que un hombre de su edad no pudiera enfrentar a la mujer que dijo querer, pensó en prestarle los huevos que tuvo para irle a buscar, pensó en besarle, pensó en romperle la cara, pensó en sentir su abrazo y también en insultarle; se sintió una tonta y quiso marcharse tan rápidamente que dejó tras de sí la reja abierta y ya en el coche tomó el sentido contrario de la calle, pronto se dio cuenta que debía dar la vuelta y así lo hizo; al pasar por la casa vio la reja cerrada.

Marina sabía que Él estaba dentro, pero no quería comprobarlo así, ella conocía su fijación con cerrar esa reja, lo había comprobado muchas veces cuando entraban de madrugada para hacer el amor o cuando dedicaban horas a platicar iluminados por la luz del televisor.

La calidez y oscuridad del coche le proveyó un cobijo falso a las lágrimas que salieron sin permiso, sin consuelo. Ningún tren, solo indiferencia. Sobra describir la amargura del regreso de Marina a casa y la mirada con la que fue al día siguiente a la estación de trenes a buscar los horarios de partida y arribo de los trenes que cruzaran la ciudad.

3 comentarios:

Cheyo Pimienta dijo...

¡Vaya! que buen relato... ¿autobiográfico quizás?

Anónimo dijo...

Muy bonito Gaby... ¡snif snif ...!

Galleta Chicken dijo...

Sort of Cheyo...Algunas cositas.

Que bueno tenerte de vuelta Elsita :)