8.5.07

SOMOS NORMALES ¿NO?



A partir de que anoche vi un programa de televisión en donde un niño pedía “una vida normal” estuve pensando que “ser normal” es un deseo de muchas personas. Cuando hay problemas solemos desear que todo regrese a la normalidad y cuando en el pasado algo no estaba bien se debe a que algo no era normal; que si durante la niñez hubieron cosas non gratas es porque los papás no eran iguales a los demás y si durante la secundaria no te hablaban tus compañeros es porque no eras normal y así se hace extensivo hacia cualquier situación no bienvenida. ¿Acaso tú no has pedido normalidad en algún momento de tu vida? Yo creo que todos lo hemos hecho.

La pregunta es ¿qué es lo normal? ¿quiénes son los anormales? Para las circunstancias que rodean a un ser humano, podrían considerarse que son las generalidades superficiales, producto de la mercadotecnia social o los casos representativos que están a la vista por méritos propios. Las ciencias sociales nos han involucrado en “lo normal” como un término homogeneizador de las grandes masas, en donde lo colectivo es cohesionado al mismo tiempo que separado de otras categorías.

En las sociedades lo normal es un valor y en la búsqueda de crear valores se le confiere a los grupos humanos la capacidad de establecer estos parámetros normales; la existencia de aquello que no se ajusta a los valores, reafirma simbióticamente la existencia de los propios valores. Creo que podemos decir que lo normal es aquello que se ajusta a las mayorías.

Para mí, la normalidad son las cosas como vienen, es el estado natural de la situación; con todas sus irregularidades y bondades. Me es difícil aceptar que la normalidad es producto de los juicios y conveniencias de una mayoría no siempre es justa, que te dice “estás dentro o estás fuera”, sin embargo agrupar a los individuos por características no deja de ser provechoso; desde el punto biológico para el diagnóstico de síntomas en un médico hasta la parte ideológica en un segmento antropológico que servirá para crear propuestas que se ajusten a grupos completos.

Todos hemos tenido momentos reconfortantes en donde nos sentimos beneficiados por ser parte de un todo, de un grupo; en donde sentimos ese falso bienestar de pertenecer y ser promedio y las intenciones de sobresalir se desvanecen. Es peligroso acomodarse en la comodidad de considerarse parte del promedio colectivo y correr el riesgo de ser mediocre respecto a los parámetros individuales.

Cada persona tiene su dotación de normalidad y su visión al respecto de la misma; así la normalidad se ve alterada adquiriendo subes y bajas en su adaptación a los conceptos individuales y grupales. Hablo de normalidades parciales, localizadas en segmentos determinados por el espacio o por el tiempo ¿Podría ser la normalidad de un adolescente japonés parecida a la normalidad de un joven mexicano? En lo esencial solamente, en lo inevitable e involuntario quizá.

La sociedad es una institución local con el poder de crear y modificar sus normas, sin embargo el fenómeno de los medios masivos ha desgastado la maquinaria social dándonos información e imágenes de otras sociedades y mostrándonos otros modos de vida que no necesariamente se ajustan a nuestras normalidades. El roce con las “diferencias” se hace cada vez más frecuente y la gravedad de lo desigual se aminora; el hogar cultural se hace más amplio.

Mientras lees estas líneas y conoces mis pendejadas, conoces mi normalidad y en el siguiente blog conocerás la normalidad de alguien más; si algo podemos agradecerle a la globalización es la oportunidad de poder acceder a información de una manera más sencilla y la de conocer otras situaciones y normalidades, que bien administradas pueden resultar provechosas y enriquecedoras.

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