11.2.10
Loved once, loved twice
AMAR es perderse unos minutos en un sueño; en un letargo amable sumido en caricias y besos; resumir el mundo en las cuatro esquinas de una cama y profanar un alma ajena. Cuántas marcas dejas, cuántas humedades olvidas. Quién te recuerda, quién aún pasa los dedos sobre su piel recordando la tuya.
Amar es entrar en el infierno de aprender a perder, de poder desgastar con el pensamiento a una sola persona, su olor, sus manos. Quien decide amar sabe que lo puede perder todo, incluso a sí mismo. El amor es un laberinto y la mayoría se queda dentro para siempre, tocando a ciegas las paredes frías en espera de encontrarse con una mano tibia.
He tenido amores que saben a sal, aromas de fruta, caricias de piedra tibia, besos con sangre, miradas de mar, letras de brisa, risas de vidrio, juegos de humo…y todo lo guardo en una caja de terciopelo verde. En días de soledad la he abierto, algunas veces nostálgica, muchas otras iracunda, queriendo tirar todo por la ventana, como el briago que desea deshacerse de la botella.
El único amor que permanece es aquel que no es correspondido. Es como la planta aérea que se enreda al árbol sin permiso y en éste se sostiene. Las ramas pequeñitas se aferran al tronco enorme del árbol y trepan queriendo alcanzar la copa; cada paso hacia arriba, una caricia que sobra. De cuando en cuando le da un beso fortuito y en ello se reverdece.
Lo que no podemos tocar es lo único que permanece irrompible. He ahí el valor del amor platónico. Todos hablan del amor pero nadie está seguro de lo que es. Es tan buscado como temido. Bendito y maldito. Causa de nacimientos y buen numero de muertes. Nos pasamos la vida buscándolo y tratando de adivinar que forma tendrá ahora, a qué sabrá esta vez. Quizá solo existe el amor al amor mismo, lo demás podría ser otra cosa.
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